Una voz sobre el mundo, a través de relatos, notas, Haikús y alguna otra expresión poética.
viernes, 19 de diciembre de 2014
El Blog de las Cosas de Pedro: Capítulo VIII: "Pedro es un buen nombre para un p...
El Blog de las Cosas de Pedro: Capítulo VIII: "Pedro es un buen nombre para un p...: -¿Cuál es tu nombre? Me preguntó Ridley Scott mirándome directamente a los ojos. - ¡Pedro!, respondí. - ¡¡¡Pedro es un buen n...
viernes, 12 de diciembre de 2014
HAIKU DE LAS PLEGARIAS DE AÑO NUEVO
No tengo plata
y tampoco comida.
Ni seguridad.
Falta la leche.
¡Dios! los medicamentos
ya no existen.
La inflación
derriba mis puertas
y me atrapa.
Marcan mis brazos
cuando yo quiero comprar
mis alimentos.
No soy la res
del feroz matadero:
¡Soy persona!
¿Sobreviviré?
No con los socialistas
de la cúpula
roja, rojita
ineficiente, mala
del Desgobierno.
Surges, renuncia,
como solución vital
a los problemas
que nos afligen
y martirizan siempre.
¡Infierno rojo!
Cuando protesto
callan mi boca, y mi
cuerpo apresan.
Que venga pronto
el castigo Divino
para la maldad.
Basta, penurias,
mi grito alzo a Dios.
Justicia pido.
Bienestar también
para todo mi pueblo
en Venezuela;
y Prosperidad
en este Año Nuevo
de Dos Mil Quince.
No nos olvides,
Señor nuestro del Cielo.
¡Agradecidos!
Caracas, 12 de diciembre de 2014
IMAGENES: WEB
viernes, 7 de noviembre de 2014
EL HOMBRE TRISTE
"... él permanece en la misma posición, cabizbajo, ..."
El bullicio de la gente a mediodía me aturde y los precios que veo en las vitrinas no se si me asustan o deprimen. Es posible que los dos hagan estragos en mí. Nunca en mi vida he visto galopar la inflación con tanta velocidad como en estos últimos meses del año. Los árboles de navidad que exhiben varias de las tiendas del centro comercial, tratan de alegrar con sus luces, sin lograrlo, los meses pre navideños. El ambiente festivo que se veía y se sentía hace casi dos décadas para esperar la navidad, ya desde septiembre con fiestas y gaitas, quedó enterrado en el cementerio de nuestra memoria. Continúo mi recorrido llena de nostalgia al recordarlo.
Para hacer tiempo hasta mi cita médica a las dos de la tarde, entro a la cafetería de Beco, en el Centro Comercial Ciudad Tamanaco y pido un pastelito y un café. Me siento a una mesa ubicada en el único rincón que hay en el local, especie de trinchera entre juguetes. Mientras espero a que me los preparen, veo un lindo parabán de madera tallada, que ubico al instante entre mi comedor y mi salón de la derecha. Siempre me contenta pensar que, aunque mi apartamento no es grande, he jugado un poco con el espacio y tengo ¡dos salones! El del lado izquierdo no requiere ningún separador, me digo al observarlo y sonrío, pues toda esta decoración no es más que mental. Mi presupuesto navideño jamás alcanzaría para lujos asiáticos, europeos o criollos de esta naturaleza, en la Venezuela que vivimos, y mucho menos -para mí-, en la Caracas que habito.
Ya está listo mi café y han calentado mi pastelito, por lo que la chica, desde el mostrador, me hace señas de que pase a retirarlos. En cuanto me siento de nuevo a mi mesa, dispuesta a disfrutar de mi refrigerio, veo que a la de al lado se ha sentado un hombre de edad mediana, justo al frente del parabán tallado de mis sueños.
Noto que el hombre baja la cabeza. Luce ensimismado. La mano derecha, de dedos muy largos, reposa sobre la superficie del mueble y me llama la atención, que mientras ya yo casi he terminado de comer y de tomar mi café, él permanece, casi en la misma posición de hace rato, cabizbajo, y sin ordenar ni siquiera, un vaso de agua.
"Qué hombre tan triste", pienso. Me intriga su rigidez. La mano derecha continúa estática y los ojos semicerrados. "Quizás ha tomado alguna medicina que lo mantiene soñoliento", continúo pensando. No sería raro que yo pudiera tener razón al pensarlo, pues la semana pasada en la iglesia, a mi lado estaba una señora que seguía la misa a duras penas, pues se dormía a ratos y parecía que de pronto se desplomaba en mi hombro, durante el sermón. Así que mis sospechas con mi vecino de mesa, no parecían infundadas. Continué observándolo de soslayo, pero seguía casi igual, pues apenas si había movido la mano derecha sobre la mesa. Observé sus ojos con mucho disimulo y vi que no se le cerraban, los mantenía bajos, pero abiertos. Entonces imaginé que si no era alguna medicina que lo tenía en ese estado pensativo, seguro que habría tenido un problema doméstico con su mujer o con sus hijos. Tampoco se podía descartar una preocupación de trabajo, pero pensé que se trataría más bien de lo primero, pues el trabajo no penetra nuestra alma tanto como los sentimientos. Son preocupaciones muy diferentes que pueden causar tristeza, pero no como las del corazón.
Entonces di un vistazo a mi reloj pulsera y la hora me indicó que debía darme prisa si quería salir temprano de la clínica, pues las citas médicas eran por orden de llegada. Después de todo, los problemas que viviera mi vecino de mesa no eran de mi incumbencia y, como tenía que resolver los míos, decidí marcharme. Cuando di la vuelta a la mesa para salir, mi curiosidad me sugirió que, con mucha sutileza viera, una vez más antes de salir, al vecino acongojado. Y así lo hice. Pero fue en esa oportunidad cuando, sin más ambages, me detuve en seco para observarlo de frente.
El hombre triste que durante un buen rato se volvió el objeto de mi preocupación, se encontraba absorto mirando su teléfono celular que reposaba sobre su muslo derecho, mientras lo manejaba con la misma habilidad de un adolescente, utilizando sólo ¡La mano izquierda!
Caracas, octubre de 2014
IMAGENES: WEB
Saludos, amigos.
jueves, 23 de octubre de 2014
HAIKUS DEL VENDAVAL Y EL RAYO
blogdoisraelbatista.blogspot.com
Miro las nubes
oscuras del vendaval
y siento miedo.
Ya la tormenta
amenaza, como él.
Los dos son crueles.
Viene la lluvia;
se esconde el astro
tras la montaña.
Cruje el trueno
con rabia y agrede
la tierra triste
que no espera
su brusca iracundia.
No la comprende.
¿Acaso ella
le negó sus relieves
por un capricho?
Los vientos soplan
y el Olimpo lanza
rayos, centellas
hacia el globo.
Sus heridas son grandes,
hondas, profundas.
Viene la lluvia,
el vendaval ataca;
grita el trueno.
Cae un rayo
y parte mi corazón.
¡En un instante!
Caracas, 21 de octubre de 2014
IMAGEN: WEB.

Miro las nubes
oscuras del vendaval
y siento miedo.
Ya la tormenta
amenaza, como él.
Los dos son crueles.
Viene la lluvia;
se esconde el astro
tras la montaña.
Cruje el trueno
con rabia y agrede
la tierra triste
que no espera
su brusca iracundia.
No la comprende.
¿Acaso ella
le negó sus relieves
por un capricho?
Los vientos soplan
y el Olimpo lanza
rayos, centellas
hacia el globo.
Sus heridas son grandes,
hondas, profundas.
Viene la lluvia,
el vendaval ataca;
grita el trueno.
Cae un rayo
y parte mi corazón.
¡En un instante!
Caracas, 21 de octubre de 2014
IMAGEN: WEB.
lunes, 25 de agosto de 2014
ENTRE FANTASMAS, ESTANFLACION Y BIOMETRIA INFORMATICA
REDOMA DEL BUEN PASTOR, SANTA FE NORTE. CARACAS (Foto: MPG).
Ayer, cuando fui a uno de los supermercados cercanos a mi casa en Santa Fe Norte, tuve la extraña sensación de ser un fantasma. Me detuve un momento y me sorprendí aún más, al ver que quienes intentaban hacer compras al igual que yo, también lo parecían. Todos permanecían quietos, silenciosos, a diferencia de días atrás, en los que la gente corría como loca en busca del producto que llegaba, formando larguísimas colas. En ese momento éramos pocos y caminábamos con gran sigilo por los pasillos. Había llegado el aceite vegetal y el encargado de repartir cuatro litros por persona, no dejaba de pregonar, ante la queja de uno de los fantasmas: "Ahora todo, todo es caro: no hay nada barato". Mientras escuchábamos la cantaleta del empleado, aumentábamos nuestra nuestra cautela, más bien nuestro miedo, pues en lugar de caminar, levitábamos. Nos movíamos llevados por el terror de los nuevos precios de productos desaparecidos hasta hacía poco y que ahora regresaban a algunos estantes con precios casi estanflacionarios, duplicando o triplicando su valor anterior. Otros estantes aparecían rellenos con productos repetidos para dar la impresión de falsa abundancia.
Las voces, los lamentos eran apenas audibles, parecían susurros. Los "¡Ohhh...!" y "Ahhh...! formaban un coro espectral:
-¡Estos precios son prohibitivos... Dios mío! ¿Cómo y qué vamos a hacer con la inflación y tanta escasez? Recuerdo que yo hacía mercado con seiscientos bolívares, luego con mil, de los de antes. Ahora no puedo, pues todo sobrepasa el millón y yo sólo tengo mi pensión.- Dice casi llorosa y angustiada una señora, quien al igual que yo, cuenta sólo con los ahorros que invirtió en el Seguro Social durante su vida laboral.
-Yo no se adónde quiere llegar el Desgobierno con tanta torpeza administrativa, con tamaña incompetencia -dije mientras me calaba los lentes- Ahora se quiere implementar el absurdo Sistema Biométrico...
-Yo no se adónde quiere llegar el Desgobierno con tanta torpeza administrativa, con tamaña incompetencia -dije mientras me calaba los lentes- Ahora se quiere implementar el absurdo Sistema Biométrico...
-¿Y cómo es ese sistema?- interrumpe otro de los fantasmas que levitaban por el pasillo, muy asustado.
-Pues he leído que se trata de una medida para evitar el contrabando de productos...

-Eso mismo digo yo- continúo diciendo-. Me pregunto dónde están los Guardias Nacionales para impedir el tan cacareado contrabando. Ellos siempre se encontraban en las fronteras, cuidándolas, protegiéndolas; pero ahora todos los verdes están en las calles amenazando a los estudiantes ante cualquier intento de "guarimba" -como si no tuviéramos derecho a protestar- o marcando a las personas en las colas de los supermercados, abastos y bodegas como si fueran reses...
-No, mi doña,- interrumpe un señor, quien atraído por nuestros susurros alega subiendo el tono y acercándose al grupo fantasmal - Eso del sistema biométrico, o como se llame, no es más, por parte del Desgobierno, que una manera más de imponer el control de lo incontrolable. Quién sabe qué trampa tenderán al pueblo al disfrazar el caos alimentario en el que nos tienen sumidos. Y, además, otra oportunidad de los corruptos enchufados de cocinar guisos enchufados y hacer quesos para llenarse más de lo que ahora están, no contentos de haberse llenado con el negocio de las divisas. En cuanto a los verdes, ellos también son cómplices. ¿Vigilar la frontera? Ni se acuerdan de su sagrado deber a la hora de saborear los suculentos platos de cocido, o su buena tajada de queso.
-Yo quisiera saber- comenta el chico de corte de erizo que acompañaba al señor mayor, dejando el carrito a un lado- Sí, yo quisiera saber qué pasaría, si una vez implementado el tal sistema de control informático ocurre un apagón largo de tres horas, o se va la línea como siempre pasa. ¿Acudirían entonces al sistema de control manual de marcar como reses, a quienes se dejen humillar?
-¡Dios mío, cuándo terminará esta desgracia! Ahora este desgobierno se dedicará a medir, cuantificar lo poco que uno compra a precios astronómicos. Como si llevar para la casa cuatro rollos de papel tualé fuera contrabando.
-¡Ay, señores- intercedí entristecida,- Dios está arriba! Pienso que el desgobierno está cavando su propia fosa, paletada a paletada. Cada medida errónea del madurazgo contribuye a construir su tumba política.
-Yo quisiera saber- comenta el chico de corte de erizo que acompañaba al señor mayor, dejando el carrito a un lado- Sí, yo quisiera saber qué pasaría, si una vez implementado el tal sistema de control informático ocurre un apagón largo de tres horas, o se va la línea como siempre pasa. ¿Acudirían entonces al sistema de control manual de marcar como reses, a quienes se dejen humillar?
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CARICATURA DE EDO. (WEB) |
-¡Ay, señores- intercedí entristecida,- Dios está arriba! Pienso que el desgobierno está cavando su propia fosa, paletada a paletada. Cada medida errónea del madurazgo contribuye a construir su tumba política.
-Sí, pero eso puede durar muchos años, medio siglo, como ha sucedido con los Castro en Cuba... Y aquí ya van dieciséis - susurró alguien más.
-¿Qué quieres que te diga, criatura?- pregunté- Sería terrible perder la esperanza de que este desgobieno nefasto se desmoronará algún día por la casi nula viabilidad política de los regímenes comunistas en estos tiempos. Jamás el Mal triunfa sobre el Bien. Y, como dicen, Dios aprieta, pero no ahorca. Lo que no podemos, ni debemos es quebrarnos. Sería destruirnos nosotros mismos. Se que es difícil soportar esta guerra física y psicológica que el desgobierno implementa para amedrentarnos, para destruirnos. En ese sistema de control biométrico, se disfraza el control comunista. Todo eso viene de los laboratorios cubanos que manejan a los títeres del Desgobierno. Debemos dejar de ser fantasmas y luchar por ser personas, y actuar como tales.
Entonces, el grupo de fantasmas se dispersó, pensativo, por los pasillos del "supermercado". Levitaban, como yo, entre las estanterías casi vacías. Sin embargo, en medio de mi profundo pesar, algo me hizo aterrizar y logré pisar firme, como un ser humano, aferrándome a mis sueños. "¿Remotos?" -pensé-. "Eso depende de ustedes mismos", me dijo una voz, clara y fuerte. Volteé, para ver quién había hablado. Pero no había nadie.
En ese momento reaccioné ante lo que consideré una decisión inconstitucional y me dije que lucharía con todas mis fuerzas en contra del Sistema Biométrico para controlar la compra de alimentos. Esa medida va en contra de mi dignidad. Nadie ejercería su poder sobre mí para cuantificar mis paupérrimas compras mediante una vulgar capta huellas. Nadie me obligará a poner un dedo en ellas para humillarme, y dizque para controlar un contrabando que sólo existe en este régimen corrupto. Nadie. Protestaré, y así como yo, lo harán miles de venezolanos. Ningún subalterno de los cubanos me obligará a hacer lo que no deseo y va contra mis principios. ¡NINGUNO!
Entonces, el grupo de fantasmas se dispersó, pensativo, por los pasillos del "supermercado". Levitaban, como yo, entre las estanterías casi vacías. Sin embargo, en medio de mi profundo pesar, algo me hizo aterrizar y logré pisar firme, como un ser humano, aferrándome a mis sueños. "¿Remotos?" -pensé-. "Eso depende de ustedes mismos", me dijo una voz, clara y fuerte. Volteé, para ver quién había hablado. Pero no había nadie.
En ese momento reaccioné ante lo que consideré una decisión inconstitucional y me dije que lucharía con todas mis fuerzas en contra del Sistema Biométrico para controlar la compra de alimentos. Esa medida va en contra de mi dignidad. Nadie ejercería su poder sobre mí para cuantificar mis paupérrimas compras mediante una vulgar capta huellas. Nadie me obligará a poner un dedo en ellas para humillarme, y dizque para controlar un contrabando que sólo existe en este régimen corrupto. Nadie. Protestaré, y así como yo, lo harán miles de venezolanos. Ningún subalterno de los cubanos me obligará a hacer lo que no deseo y va contra mis principios. ¡NINGUNO!
Caracas, agosto de 2014
IMAGENES: WEB
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OTRO AÑO MAS EN SANTA FE NORTE, EN EL QUE TAMBIEN REVERDECE NUESTRA ESPERANZA POR UN FUTURO MEJOR (FOTO: MPG) |
miércoles, 16 de julio de 2014
HAIKUS DE LAS LLUVIAS CRUELES
Se ilumina
el camino del trueno,
cae la lluvia.
El viento sopla,
se baña la floresta
que también baila.
Ritmos de brisas
enfurecidas corren,
golpeándola.
Una explosión
bajo el turbio cielo
conmueve todo.
Y un apagón
sumerge al pueblo en
vil negrura.
Sólo las velas,
compadecidas, llegan
con su luz tenue
a consolarnos,
mientras la lluvia cae
como cascadas.
Lejos escucho
a las guacamayas que
buscan su nido.
Ya se alejan
las nubes plomizas en
gran caravana.
Van al oeste
siguiendo a los truenos
que, satisfechos,
buscan asustar
al pueblo inocente
tan castigado
por aguaceros
miraflorinos como
verdugos ciegos:
Hambre, escasez,
prisiones, muertes, llantos
de inocentes.
Caracas, 16 de julio de 2014
IMAGENES: WEB
martes, 8 de julio de 2014
HOMENAJE AL MAESTRO RENATO CAPRILES POR SU PARTIDA AL CIELO
En el año 1994, Renato Capriles, y Cate, su esposa, me regalaron el precioso disco de Los Melódicos Big Band ¡EL SONIDO DE LA NUEVA ERA!
Esta producción, "DISCO ESPECIAL INSTRUMENTAL CONMEMORATIVO DE LOS 35 AÑOS DE LA ORQUESTA", contiene doce maravillosas interpretaciones de conocidos músicos internacionales. El número seis, "Big Band (Banda Gigante), corresponde a una composición de una de sus hijas, Iona, en la que demuestra el gran talento musical heredado de su padre, el Maestro Renato Capriles. Entre las doce piezas instrumentales figura otra bella melodía, "Poinciana", de Mat Simon y Bobby Bernier. Esta última me inspiró a escribir el cuento que hoy publico, "Un banco en la plaza", en el que menciono al querido y recordado Maestro Renato Capriles, quien desde esta mañana, habita los Cielos y alegra las Alturas con su maravillosa presencia y su gran talento musical.
Esta producción, "DISCO ESPECIAL INSTRUMENTAL CONMEMORATIVO DE LOS 35 AÑOS DE LA ORQUESTA", contiene doce maravillosas interpretaciones de conocidos músicos internacionales. El número seis, "Big Band (Banda Gigante), corresponde a una composición de una de sus hijas, Iona, en la que demuestra el gran talento musical heredado de su padre, el Maestro Renato Capriles. Entre las doce piezas instrumentales figura otra bella melodía, "Poinciana", de Mat Simon y Bobby Bernier. Esta última me inspiró a escribir el cuento que hoy publico, "Un banco en la plaza", en el que menciono al querido y recordado Maestro Renato Capriles, quien desde esta mañana, habita los Cielos y alegra las Alturas con su maravillosa presencia y su gran talento musical.
¡Paz a su bella alma!
EN UN BANCO DE
Ella se divertía simplemente viendo pasar la
gente. Esta obra de teatro variaba siempre: la ejecución de los músicos de la
banda del Municipio, los domingos; la pelea de un chico a quien regañaba una
mamá; la queja suplicante de un
enamorado a su chica - o vicerversa - en fín, todo era un constante cambio, una
mutación en los días, que la distraía mucho.
La señora lucía un
bonito conjunto de pantalón de hilo verde, muy fresco, que le daba cierto aire
juvenil y que, al ponérselo esa tarde, le recordó vagamente su linda figura de
otros tiempos. Llevaba también unos mocasines cómodos que aumentaban su
bienestar y su buen humor. Completaba el
atuendo, una elegante cartera de cuero marrón, que una vez sentada, colocó en su
regazo.
Ese día, por suerte,
además de que era domingo, se celebraban
las fiestas patronales del pueblo, por lo que había música, música
especial. A un extremo de la plaza se
había tendido un enorme toldo que albergaba a la Orquesta Los
Melódicos, que en ese momento, afinaba los instrumentos para
iniciar el concierto, bajo la batuta de Renato Capriles, su director. En los alrededores de la plaza se veían,
alineados, unos al lado de los otros, automóviles de diferentes épocas, como
acabados de salir de sus respectivas agencias. Muchas personas curioseaban cada
detalle de su línea, tomándose fotografías al lado de los autos favoritos, como
recuerdo .
Enriquecían el
espectáculo dominical, parejas de diferentes edades y niños, vestidos a la usanza de principios de
siglo, y de las décadas veinte a la actual; todo de acuerdo a los modelos de
vehículos que se exhibían. La diferencia de los decenios
anteriores con los años noventa -tanto en la moda, como en el modelo de
los automóviles- radicaba en que, por supuesto,
éstos los exhibían sus propios dueños: el público asistente al evento.
Las calles asfaltadas
y pulquérrimas llegaban hasta el confín del pueblo . Allí terminaba la cinta de
asfalto y comenzaba la de tierra que,
serpenteando, se perdía entre el follaje. La
Iglesia del pueblo y las casas remozadas recientemente,
dejaban ver sus frentes impecables: unas blancas, azul añil, otras verde.
Zócalos en colores fuertemente contrastantes y ventanas adornadas con flores,
completaban el atuendo de las casas pueblerinas. Algunas mansiones de
arquitectura moderna y alada, mostraban perfiles pétreos y otras, sus fachadas
vegetales, que no dejaban ver el ya desvanecido color inicial de sus pinturas.
Comenzó la música y
con ella, también el corazón de doña Eugenia empezó a bailar en su interior, al
ritmo de la " Canción India" de Rimsky Korsakoff. A esta pieza le siguió "Gotas de lluvia caen sobre mi
cabeza". - Pero ¿esa música era interpretada por Los Melódicos? - se
preguntó la señora- No era ése el tipo
de música al que ella estaba acostumbrada a escucharle a ese grupo musical,
excelente y alegre también, pero
distinta: cumbia, salsa, merengues, entre otros ritmos. Una chica, que tenía dos programas le obsequió uno y pudo observar que ese día la popular
orquesta, bajo la mágica batuta del Maestro Capriles, interpretaba música de
banda: "Big Band / El Sonido de la Nueva Era ", rezaba el programa dominical.
Entonces, muy feliz doña Eugenia continuó escuchando con deleite los melodiosos compases...
Súbitamente, la interpretación de Poinciana la estremeció,
y una fuerte emoción sobrecogió su alma.
Esa tarde el Club
Florida abrió sus puertas a la fiesta que ofrecían los estudiantes del San Ignacio de Loyola que
se graduaban de Bachilleres. Algunos de ellos luego se inscribirìan en la Universidad Central
de Venezuela; estudiarían Ingeniería, Medicina o Leyes y otros entrarían a la Escuela Militar , la Naval o la Aviación.
Las jovencitas
invitadas a la gala, estaban sentadas, casi todas, junto a la piscina,
esperando las sacaran a bailar los muchachos asistentes al evento. Allí estaban María Inés, Enriqueta y Eugenia,
tomando sus repectivos refrescos, entre bromas, chistes y vestidos de crepé de
china.
-¿Me permite?
Un joven alto (guapísimo, según confesó después Eugenia, a sus primas),
la sacó a bailar . Sus brazos la rodearon y la chica siguió dócilmente el paso
marcado por su compañero de baile.
- Pareces una plumita-
fue el comentario inicial de él, mientras se deslizaban por la pista de baile,
confudiéndose entre las demás parejas. Ella sólo sonrió. Sentía que volaba en
los brazos de su joven compañero.
Todos obsevaban a la
pareja, que magistralmente obedecía los compases de Poinciana Mat Simon de
Bobby Bernier. La pieza musical era muy popular en ese entonces, por pertenecer
al repertorio de la Banda
de Glenn Miller, quien solía presentarla en
gira por Europa, con el noble propósito de levantar el ánimo de los
aliados norteamericanos, durante los terribles años de la II Guerra Mundial.
Vinieron los aplausos y a ese baile siguió otro, y otro.
También siguieron los
encuentros, tímidos al principios, atrevidos después.
1941: comenzaba a
correr el año por las accidentadas calles del orbe. La guerra continuó su paso
destructor en Europa. El luto, con ropajes de banderas, vistió miles de hogares
en el Viejo y en el Nuevo Continente: innumerables familias lloraban la pérdida
de esposos, hijos y hermanos. La angustia y la escasez cubrió las necesidades
del mundo, incluyendo a Venezuela. La tragedia se reseñaba en los diarios
matutinos y vespertinos de la época. El
ánimo era otro, diferente a los tiempos de paz. La preocupación era mundial.
Eugenia tenía
sospechas terribles sobre su propias batallas personales: sentía que los amores
apasionados con Ignacio, su novio, habían dado su fruto. Estas sospechas fueron
confirmadas a los dos meses, cuando después de muchas dudas, fue a ver al médico.
Horrorizada ante la
perspectiva de enfrentarse a su familia,
luego de saber la noticia de su embarazo, decidió primero hacerlo con su novio.
El era el padre; reponsable como ella de la situación que vivía. Estaba segura
de que él la comprendería, y entre ambos buscarían la solución al problema que
hasta ahora enfrentaba ella sola.
Pensó que ya era muy tarde
para pensar en arrepentimientos, porque sencillamente ella no estaba
arrepentida. Conocer el amor en los brazos de Ignacio había sido lo mejor que
le había podido ocurrir; sólo que no se
imaginó que esto podría pasar tan rápido, en sólo un encuentro. Hubiera
preferido esperar hasta casarse con él. Pero, bueno, ahora no quedaba otra
alternativa: había que enfrentar la situación.
Se encontraron en la
heladería de la Esquina
Las Gradillas. Ella, entre las lágrimas que mojaron casi
completamente el pañuelo de su novio, le contó lo sucedido. Un nudo se
interpuso entre la garganta de Ignacio y las palabras que trataba de decir.
Ella lo interrogaba con su mirada húmeda.
- ¿Y...?
No hubo respuesta por
parte del muchacho de dieciocho años. El terror se reflejaba en su mirada, sin
atinar a decir palabra alguna.
Sólo, minutos después, eternos para la chica de
dieciséis, él logró preguntarle a su vez:
- ¿Estás segura de que
es mío? Porque yo no me voy a casar
contigo si no estoy seguro de que lo sea.
Eugenia entró en el
estudio del padre, sigilosamente: la angustia la invadía. Don Carlos tenía terminantemente prohibido
que se tocara -bajo ningún concepto- el arma que escondía en la gaveta de su
escritorio. Esa prohibición databa de la
época del exilio en México. El padre también le había dicho a los
muchachos, con toda sinceridad, que la calibre 38 estaba allí, sólo para
casos de emergencia, de seguridad. La
propia Eugenia, incluso, por ser la hija mayor,
había sido entrenada para utilizarla sólo en casos de extrema necesidad.
Y la chica creyó que había llegado el momento.
Tomó el arma en sus manos y verificó si estaba cargada. Lo estaba.
Entonces salió, calle abajo, con el arma en la cartera.
Hacía poco ella, bajo una crisis de llanto,
había dejado a Ignacio en la heladería. No había aceptado la paternidad del
niño. Ella sabía que esa tarde él iría al Club Florida. Entonces, pacientemente
se apostó detrás de un Buick que se encontraba estacionado diagonalmente, en la
acera de enfrente del club y lo esperó. Al rato, apareció el chico por la
esquina, en dirección a la puerta del centro recreacional. Al cruzar la esquina
quedó de espaldas a la chica, por lo que ella lo llamó para que le diera el frente y le viera la
cara:
Con la cara
congestionada por el llanto, y el cuerpo temblandole, por la decision tomada,
apunto al chico con las dos manos.
Ignacio, aprende a ser hombre.
El joven, volteó al escuchar la sentencia, que mas bien parecia un
grito, y ella apretó el gatillo. Inmediatamente él cayó al suelo, mientras la
chica se alejaba, y decía con voz apenas audible, cuando, aturdida todavía por
el disparo y la emoción, dejaba caer el arma.
- !Desgraciado! Eso te
lo dejo de recuerdo, para que no vuelvas a dudar, ni de mí, ni de ninguna otra mujer en tu vida... ¡Que jamás vuelva a
verte...!
Las lágrimas rodaron
por las marchitas mejillas de doña Eugenia, tras el recuerdo que le regaló la
música, esa linda pieza, Poinciana. Siempre ese recuerdo había vivido
ella, pues su hijo se encargaba de evocárselo. Pero hoy había sido diferente,
quizás por el ambiente festivo: la gente se divertía y la orquesta sonaba lindo. La reminiscencia
cobró vida. Al principio, doña Eugenia
casi sentía rozar en su cuerpo el de la pareja que la conducía entre sus brazos
por la pista de baile, mientras los
volantes de su vestido, al compás del baile parecían flotar, dejando ver
sus bien formadas piernas, aquella
lejana tarde en el Club Florida.
- Permiso. ¿Puedo sentarme?-
Un corpulento señor,
se había detenido ante ella.
Ella, asintió,
mientras se limpiaba los ojos. No quería que quedara impresa en su rostro
ninguna huella de dolor. Este le pertenecía. Ni aún su marido - "un alma de Dios", como sólía describirlo- comprendía, con todo
su gran corazón, el dolor sufrido en aquel entonces.
A José Andrés,
lo conoció cuando fue a consulta . Fue el médico que la atendió en el
parto de su hijo mayor. Con él conoció el amor y le dio cinco hijos. Ya todos
eran profesionales. El mayor de ellos ingeniero, otros medicos y abogados. La
unica hija era pianista y vivia en Viena. Todos estaban casados y los nietos
sumaban veinte. La verdad es que la vida de doña Eugenia después de aquel
incidente juvenil, había transurrido más bien serena. Dios le habia regalado tranquilidad,
despues del mal rato de aquella noche terrible.
Comenzó nuevamente la
música; esta vez otra orquesta, la Sinfónica Juvenil , interpretó música clásica popular. Los valses
venezolanos y vieneses, entre otros ritmos musicales, pusieron notas de alegría a esa tarde
dominical.
Con la música se
inició una conversación jovial entre los dos ancianos, quienes, desde el banco que ocupaban, además de escuchar a la orquesta, veían cómodamente la ejecución de los músicos. Los dos, personas cultas, habían vivido en
Europa, viajado mucho, y celebraban con risas la aparentemente afinidad.
- Y... cómo se llama
la señora?
- ¿Yo? - preguntó
riendo y encantada por la compañia de "ese señor tan agradable", como
le contaría después a su marido- me dicen "Nena, Nena de Gutiérrez ¿ y usted?
- Nacho, señora, Nacho
Gar...
No terminó de decir su nombre, porque
un hombre de edad mediana interrumpió la conversación .
-
Perdón. mamá, la vengo a buscar .¿ Está lista para
irse? Creo que ya termino la funcion, pues la gente está yéndose. ¿La pasó bien
? –
- Doña Eugenia entonces respondió muy satisfecha:
!Ay! Sí, hijo. Todo ha
sido famoso. He pasado una tarde maravillosa con la compañía de la música y
también de este señor tan gentil. Permítanme presentarlos. El es Jesús, mi hijo mayor. Y... el señor se llama Nacho...
Las manos de los dos
hombres se unieron en un fuerte apreton de manos.
Los ancianos se
despidieron. Ella se dirigió a su casa, y él a la suya. Mientras se alejaba -
también complacido por la tarde compartida con la simpática señora- se apoyaba
en el bastón. Caminaba elegantemente, a pesar de arrastrar un poco una de las
piernas.
Myriam Paúl Galindo
Caracas, 27 de Septiembre de
1999
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