sábado, 17 de enero de 2015

MI LLANTO POR VENEZUELA


     Hoy, al llegar a mi casa, no pude más y me eché a llorar. Venía de pasar casi todo un día en la calle, realizando diligencias en el banco y yendo de un supermercado a otro. En éstos no encontré lo que buscaba, y lo que había -y que antes compraba a precios asequibles- hoy la inflación los hace prohibitivos.

     Pero todo sucedió así. Esta mañana temprano, acompañé a  una de mis hermanas a un banco en Las Mercedes. Estacionamos el carro al frente de esa entidad y yo me quedé fuera del automóvil por medidas de seguridad y para vigilarlo. Como había mucho sol fui a refugiarme bajo una matica de mango, que si bien era baja, su sombra me protegía. Llevaba apenas unos minutos allí, cuando vi pasar corriendo a un hombre por la acera. Las piernas  casi las pegaba a las nalgas, mientras se escuchaban gritos de "¡AGARRENLO, AGARRENLO!"



     En ese momento me escondí tras la mata como pude. Sentí escalofríos, pues pensé que  se producirían disparos. Demás está decir que hoy en día casi todos los hampones van armados en Caracas. Me imaginé en medio de una balacera  con la sola protección de la matica de mango. Gracias a Dios no fue así y el ladrón y los policías se perdieron en sentido contrario al tráfico de la calle. Creo que lo apresaron, porque había poca distancia entre el ladrón y los policías.  Sólo se que mi ritmo cardíaco no disminuyó sino mucho rato después, cuando mi hermana salió del banco y luego nos dirigimos al Centro Comercial Concresa , donde íbamos a  pagar los servicios.

     Después  de almorzar allí nos fuimos al  Supermercado Excelsior Gama de Santa Fe, donde el ambiente me produjo una gran tristeza. Había llegado la leche y la gente hacía cola para comprarla. Sentí un gran cansancio de ver la misma atmósfera enrarecida que he visto desde hace más de un año. Las caras preocupadas -entre ellas, la mía- buscando rubros inútilmente, por los pasillos con los anaqueles vacíos y paradójicamente llenos de carritos casi vacíos en otra cola para pagar. Meses atrás podía tomar fotos de ellos para ilustrar mis crónicas del blog, pero ahora está prohibido hacerlo, so pena de que te detengan.

     Hace algunos años era un placer ir de compras allí. Un verdadero relax. Las hermosas interpretaciones en el piano, ejecutadas por el Oscar Maggi, - ya lamentablemente fallecido- se dejaban escuchar por todo el supermercado. Muchas veces nos parábamos junto a él para verlo tocar. Y también el pianista nos complacía cuando le solicitábamos alguna melodía de nuestra preferencia. Luego, aplaudíamos y continuábamos tranquilos con nuestras compras en aquellos tiempos a precios todavía asequibles. Pero esa atmósfera grata hace más de un año que  ha cambiado. En los últimos meses la gerencia del Gama  ha tratado de volver a poner el ambiente musical, e incluso un pianista algunas veces hace acto de presencia y trata sin lograrlo, distraer nuestras angustiados espíritus.

    Como en otras muchas oportunidades, esta tarde mi hermana y yo salimos del automercado con las manos vacías, pues no encontramos lo que buscábamos, y si  lo hallábamos, a precios impagables. Y en ese eterno peregrinar cotidiano llegamos al Central Madeirense de La Alameda. También allí todo respiraba desolación. La  gente se llevaba dos frascos de champú por persona y desodorantes  sólo para hombres, pues no había para damas. La leche, me contaron, había llegado y las interminables filas de gente desesperada, habían cargado con ella.

     Ya en la cola para pagar, comentábamos -la gente siempre lo hace hermanada en estos momentos difíciles- las vicisitudes que cada uno atraviesa  en su vida como si fuera un largo calvario, bajo el nefasto desgobierno de seres incapaces, ineptos y corruptos. Entonces, una joven nos contó que tenía una niñita de dos años y medio, y que, como no se encontraban pañales ni en las farmacias, ni en los supermercados para su hija, le estaba enseñando a hacer pipí en el baño, para poder guardar los pocos  que le quedaban para utilizarlos durante la noche. Al mismo tiempo lamentaba la situación de las pobres madres que tenían bebés  y carecían de pañales, pues las necesidades de sus hijos eran mayores, debido a que el cambio de pañales de un lactante se hace mínimo siete veces al día.
Foto: MPG



  Todo esto sucede en Venezuela, cuando quien destroza la vida de sus habitantes con políticas económicas equivocadas y calcadas de las cubanas, anda en gira por el mundo con todo su séquito oficialista, con el objetivo, según él "de elevar los precios del petróleo, visitando Rusia, China, Argelia, los países miembros y no miembros de la OPEP como México, además de  realizar un toque técnico en Portugal antes de su regreso a Venezuela. Y, por si fuera poco, en su periplo de casi dos semanas por el globo, le acompañó toda su larga familia, pero en viaje de turismo. Las fotos de la parentela del presidente Nicolás Maduro en viaje de placer -mientras el pueblo venezolano pasa hambre-, se han publicado en los diarios venezolanos, extranjeros y en las redes sociales.

















     Por eso lloré y aún lo hago: de impotencia, de rabia y de dolor al ver a mi Venezuela destrozada por culpa de quienes no les importa el hambre de los venezolanos ni su salud, y en cambio, disfrazan su ineptitud  con falsos negocios y disfrutan de su propia bonanza y placer con  cientos de miles de divisas que se les niega a todo un pueblo. ¡POR ESO LLORO!

Caracas, 16 de enero de 2015.
IMAGENES: WEB